Cuando un hombre toma conciencia del lastre que ha supuesto el género en su vida y una mujer decide liberarse del suyo.
Ismael tiene un secreto. Lleva dos años intentando escribir su próxima novela, pero no consigue producir más que borradores sin vida. A su
desconcierto creativo se le suma el impacto sufrido tras escuchar la
noticia de que han encontrado el cuerpo de una mujer en el monte cerca
de su ciudad, Vitoria. Desde que sus hijas se han hecho mayores, cada
vez que escucha alguna noticia similar siente una inquietante mezcla de
culpa y miedo: culpa por ser hombre y miedo por lo que algún hombre
pueda hacerles a «sus niñas».
Su crisis se acentuará cuando se
vea obligado a pasar todas las tardes con su padre, después de que su
madre haya sufrido un accidente y no pueda cuidar de él. Las horas con
su padre le llevarán a preguntarse sobre su relación con él y sobre la
manera en la que ha aprendido a ser un hombre. Entretanto, Ismael
descubrirá que su esposa, Jasone, también oculta algo, y cada uno jugará con su secreto en medio de una marejada emocional en la que los
silencios, como casi siempre, hablarán más que las propias palabras.